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El poeta peruano César Vallejo (1892 – 1938) es considerado como uno de los más grandes e innovadores poetas latinoamericanos del siglo XX. Sus obras poéticas pasaron por tres etapas: modernista, vanguardista y revolucionaria. El poemario Poemas humanos, escrito al final de su vida y publicado póstumamente, incluye el poema “Altura y pelos” que es de índole vanguardista y revolucionaria (social). El tema central del poema es el dolor de nacer en un mundo cotidiano. En el título del poema, la palabra “altura” sugiere la grandeza figurada del individuo y “pelos” la realidad dolorosa de que la grandeza física se limita a la altura de la cabeza con algo tan mundano como el cabello.
El poema se desarrolla en un espacio urbano e inicia con la voz poética preguntando, “¿Quién no tiene su vestido azul? / ¿Quién no almuerza y no toma el tranvía, / con su cigarrillo contratado y su dolor de bolsillo?”, en estos versos, la voz poética habla de la cotidianidad del hombre común, de la posesión básica e indispensable como lo es la vestimenta, al igual de la necesidad de alimento y transporte, de los pequeños placeres o adicciones (fumar), y de los problemas económicos (dolor de bolsillo). El trasfondo de estas preguntas es de quién no hace lo habitual, por lo que la voz poética responde “¡Yo que tan sólo he nacido!” En esta exclamación repetida, enfatizando el dolor, la voz poética se refiere a la soledad física en la que ha nacido, que nació solitaria dentro de lo cotidiano.
En la segunda estrofa, la voz poética agoniza más y ahora cuestiona las acciones intimas de los individuos como el de enamorarse (“¿Quién no escribe una carta?”) y de la relevancia de tales individuos (“¿Quién no habla de un asunto muy importante,”) dentro de una monotonía (“muriendo de costumbre”) donde todo lo que le sucede o dice, se repite y le suceden a todos (y llorando de oído?). La voz poética una vez más responde doliente dos veces, “¡Yo que solamente he nacido!” En esta exclamación, le duele el hecho de haber nacido, involuntariamente, dentro cotidiano.
En la tercera y última estrofa, la voz poética cuestiona la falta de identidad propia del individuo (¿Quién no se llama Carlos o cualquier otra cosa?”) y la aceptación de lo establecido, de utilizar el lenguaje para definir las cosas (“¿Quién al gato no dice gato gato?”). A diferencia de las estrofas previas que repiten sus últimos dos versos, en ésta concluyente, hay una pequeña diferencia. El penúltimo verso exclama “¡Ay, yo que tan sólo he nacido solamente” y en el último verso “¡Ay!, ¡yo que sólo he nacido solamente!”, aquí la voz poética enfatiza la impotencia en el “¡Ay!” en una breve pausa con el uso de la coma, dando una conclusión aún más dolorosa.
En estos versos finales, donde combina las interpretaciones de nacer “solo” (de soledad) y “solamente” (únicamente), la voz poética da entender que el simple hecho de nacer, el individuo está condenado a vivir en un mundo cotidiano, donde estará solitario; la voz poética quiere simplemente quitarse toda esa culpabilidad de haber nacido solitaria e involuntariamente dentro de la cotidianidad del mundo.